La semana que termina ha estado marcada por la revelación de las reuniones sostenidas por Alexis Humala, hermano del presidente electo y miembro de Gana Perú, en la República de Rusia, en la que habría invitado a dicho país para realizar inversiones en los sectores de gas, pesca y turismo.
Al respecto, hay varios aspectos que destacar con relación a este escándalo. En primer lugar, la rapidez con la cual se ha conocido de estas reuniones en el país revela, por un lado, torpeza e ingenuidad en el manejo de ellas, y por otro lado debería ser un mensaje claro respecto de que será difícil mantener en secreto cualquier tipo de faenón o negociación indebida.
La rapidez de la noticia fue seguida de un comunicado de Gana Perú, que también fue emitido con prontitud, pero que se limitó a indicar que el señor Alexis Humala había actuado por cuenta propia, y no en representación del gobierno electo. Posteriormente, la vocera del partido ha señalado que han procedido a la suspensión de la militancia del señor Humala mientras duren las investigaciones.
Hasta aquí, las reacciones están dentro de lo esperado. Sin embargo, es importante que la alianza de gobierno analice a profundidad este escándalo -si de verdad no tiene nada que ver con él- y adopte medidas absolutamente claras, que no dejen dudas sobre la verdadera vocación del gobierno a instalarse por combatir frontalmente a la corrupción.
Al respecto, es importante recalcar que el problema con estas reuniones es un problema de legitimidad. Una vez instalado el gobierno, se espera que haya una acción decidida de promoción de inversiones -a través de "road shows", dossiers y promoción de misiones empresariales-, y que dicha tarea se ejecute sin sesgos ideológicos, porque las inversiones de EEUU son potencialmente tan buenas como las rusas, las chinas o las venezolanas. Sin embargo, todo esto deberá realizarse de manera oficial, con personas designadas explícitamente para la tarea y que no tengan ningúin conflicto de interés.
En segundo lugar, el parentesco del principal involucrado con el Presidente electo (que revela pasados episodios de influencia indebida por partes de familiares presidenciales), y la participación de un congresista electo de Gana Perú en las reuniones, despierta muchas sospechas respecto del carácter aislado de las reuniones, y de que no se haya tratado de una "delegación oficial". En tal sentido, aquí no sólo es necesario el desmarque respecto de los participantes en las reuniones, sino que también hace falta una explicación clara sobre la naturaleza de ellas.
En tercer lugar, es evidente que el poder siempre atraerá a personas de diversa catadura moral, muchas de las cuales tratarán de obtener beneficios particulares a partir de una supuesta o real influencia. De lo que se trata es de cerrarles los espacios a través de políticas expresas que regulen la participación de los representantes oficiales, y también mediante la mayor transparencia respecto de la actuación gubernamental.
Finalmente, tal como lo dijimos en la campaña, este lamentable incidente (que casi podríamos decir que felizmente ocurrió antes de la asunción de mando) nos recuerda que la vigilancia ciudadana es una necesidad real y permanente, que será clave para asegurar que el gobierno electo cumpla con su mandato. Todos quienes deseamos que el próximo gobierno tenga éxito debemos hacer nuestra parte.
